y quedarse clavado en ella como un pájaro disecado. Sin que ningún dato externo permitiera deducir que la situación hubiese mejorado, el padre, inesperadamente, anunció un día: --Vamos a hacer un viaje. Era domingo. Estaban comiendo, había sopa de pescado. Llovía. La madre había vuelto de misa calada hasta los huesos; el padre no había ido a la iglesia, como de costumbre. David en el colegio había comulgado, jugado un partido de fútbol en