selectiva de la memoria. La lámpara del comedor suspendía sus lagrimones traspasados de luz sobre los platos, los dulces, las manos de los tres, abandonadas sobre el borde de la mesa. Nadie comía. Nadie estimulaba al otro a comer. David miró hacia el techo, lleno de desconchones, y le pareció que la escayola resquebrajada del floripondio podía arrastrar en cualquier momento a la lámpara en su caída. Sería una catástrofe: la lámpara destrozando la mesa; los cubiertos de