con el abuelo ni una sola vez. Le había oído una mañana marcharse de casa muy temprano, pero ni siquiera había llegado a verle. Carmina pasaba la mayor parte del día recluida en su habitación, únicamente salía para realizar las faenas domésticas, que concluía con celeridad. La abuela paseaba aquí y allá por la casa arrastrando muy despacio sus pies cansados. Miguel escuchaba sus pisadas con el corazón encogido y, cuando las sentía cercanas, se marchaba a otra