La Emilia, dandose cuenta de la dirección que llevaban mis pasos, me dijo: --Pero, cómo, ¿te vas? --Sin perder un instante. Adiós otra vez y buena suerte. --¡Espera! --imploró la Emilia--. No te puedes ir ahora, por lo que más quieras. No puedes abandonarme en esta situación. Además, yo creía que... ¡Bah, vete a la mierda y ojalá te trinquen! Sus execraciones