lo, hubiera significado una retribución magnífica. En resumen, y sobre todo si lo comparo con otros personajes de nuestro gran picadero político, tan diligentes para llenarse las alforjas, tan rumbosos con lo mal habido, no puedo menos que felicitarme por haber hecho mis primeras armas de trabajo al lado de aquel viejo señor despótico, pero recto. Ahora hablaré del mes de marzo del ochenta y de su terrible calor. Éste nos pareció tan extraordinario que en todo el país