del agua hedionda... (ROSA gime.) [ Tu dolor es el mío, y ] sólo nos queda un amargo consuelo: el de que ninguna atrocidad humana podrá ya nada contra ella. Ahora es invulnerable. (ROSA se levanta con los ojos encendidos. Las extrañas claridades que centellean aquí y allá han convertido el aposento --sólo para su mente- en un misterioso diamante que también la vuelve invulnerable.) ROSA.- Tú quieres matarla. NÉSTOR.-