gesto y tenderle la mano al adversario. Judíos y árabes son ramas del mismo tronco no sólo por el origen sino por la lengua, la religión y la historia; si en el pasado pudieron convivir, ¿por qué se matan ahora? En esa terrible lucha la obstinación se ha convertido en ceguera suicida. Ninguno de los contendientes podrá alcanzar la victoria definitiva ni exterminar al adversario. Judíos y palestinos están condenados a convivir. El pueblo del Holocausto no ha sido generoso