se empeñan en repetir los voceros del gobierno norteamericano. Estos movimientos, todos lo sabemos, son la consecuencia de las injusticias sociales, la pobreza y la ausencia de libertades públicas que prevalecen en muchos países latinoamericanos. Los soviéticos no han inventado el descontento: lo utilizan y tratan de confiscarlo para sus fines. Hay que confesar que, casi siempre, lo consiguen. No ha sido ajena a este resultado la errante política de los Estados Unidos. Dicho todo esto, me