pasión abismal). --¿Y qué podría haber hecho, si ya tenía el cuello entre mis manos?-- Varias veces esta pregunta acudió, en las últimas horas, interrumpiendo su estupor o el curso de sus pensamientos. Ahora acude, además, la que la sucede, la terrorífica: Por qué no se aflojaron las manos. Siente fobia a la oscuridad y al encerramiento, más acusada por cada minuto que pasa; recorre el perímetro de la habitación con pasos cortos