leía la inscripción... Me habían mandado al consulado, no a la embajada. Ese atolondrado gerente, ya me iba a oír. Mi intención había sido que la más alta investidura de nuestra representación interviniera, para que las autoridades locales midiesen de una vez la barrabasada cometida. La intervención del cónsul privaría a mi protesta de toda espectacularidad. Sin embargo, para no perder un minuto, ya que se trataba de sacar al amigo de la pesadilla que estaba viviendo, resolví iniciar