Su voz ha vibrado tan hondo que el silencio se impone a los dos. El hombre se asoma a mirar por la ventana. Luego se sienta en la silla próxima a la cama. -Estás cansado... Como no duermes, por el niño... -Nunca he dormido mucho; no me hace falta. -Echa una cabezadita; anda... Como el primer día. -Pues mira, si no te importa... - ¡ Pero no sentado ahí, tonto!...