escondite en los huecos del diváncama. -Sí, le gustaban mucho, como a mí... Se mató en una obra; era albañil. Mi madre murió poco después. Hermana de Anunziata. La chica, mientras habla, ha iniciado eficazmente el arreglo de la habitación. El viejo, en vez de batirse en retirada, como los demás días, sigue gustoso la charla. «Una moza que odia a Milán... ¡Vaya, merece oírla! » -