, luce glacial en el ángulo alto de la ventana. «Entonces, dirás tú, ¿dónde están esos guantes? ¡Miralos: en mis pies! Los cambiamos por estas zapatillas... A la vejez, viruelas; nunca gasté yo zapatillas. Cuando era como tú, descalzo; luego, abarcas y botas; aquí, zapatos... Pero con ellos se me oye de noche fuera de la moqueta, en el baño y cocina, justo donde me empuja la Rusca