de nuevo llenandose de lágrimas. Parpadea. El ojo ve las motas de polvo distorsionadas por el líquido. El ojo busca el fin de la alfombra mientras persiste el dolor. El dolor va dejando de ser intenso y alargado y abandona el hueso para recogerse en el músculo. El músculo se distiende bajo el calor de las manos. Al fin éstas acuden a la cara para quitar las lágrimas. Queman las mejillas escocidas por la fricción. De un impulso alcanzó el