del Sha, fueron sus cómplices y sus valedores. Así, todo designaba a los Estados Unidos como el Diablo de los iranios. No se puede decir que no hayan merecido esa equívoca dignidad. La presencia del Sha en Nueva York realizó la fusión entre imaginación y realidad: el Diablo dejó de ser un concepto y se convirtió, para los creyentes, en una presencia palpable. La respuesta fue el asalto a la Embajada norteamericana y la captura de los diplomáticos norteamericanos. El