culpable durante la breve y frustrada comunicación con su esposa en el ascensor ha desencadenado un acelerado e irreversible dispositivo proliferante que infectará en unos minutos el barrio entero. Mientras ciudadanos armados de escobas, bastones y toda clase de objetos contundentes se enfrentan como pueden a la invasión y con soberbia indiferencia de kamikaze una verdadera turba de animalillos se cuela por entre los automóviles atascados en la calzada y procede a roer con sus minúsculos incisivos la goma de los neumáticos, mozalbetes oscuros y agitanados,