asomaban al patio, trataban de averiguar qué ocurría, discutían vanamente de ventana a ventana con gran despilfarro de muecas y ademanes. Mi primera idea fue descorrer el cerrojo y precipitarme al apartamento de mi mujer: presentía su angustia y deseaba mostrarle que podía contar conmigo en tan azaroso e imprevisto trance. Pero la puerta de mi estudio ha sido sellada por fuera: mis esfuerzos histéricos en abrirla no dan ningún resultado. Por la mirilla diviso a un individuo con una