pasos de cebra. Ganó el bordillo, justo en el momento en que el semáforo peatonal pasaba al rojo y contempló la barra siempre llena de clientes al acecho de una cara conocida. Su mirada resbaló sobre la puerta vidriera y se detuvo en la leyenda en diagonal que la atravesaba: . ¿Será posible?, dijo. Instintivamente, alzó la vista al emblema que irradiaba sobre el toldo de la terraza: ¡También él se había pasado al enemigo! Desamparado, sin