le la Ciudad Luz se sentirán defraudados en sus legítimas esperanzas de ver reflejados en aquélla los lugares, personajes y tópicos que conocen y aman. En vez de frecuentar, por ejemplo, los medios artísticos, refinados y elegantes que tanto fascinan a los héroes novelescos de Carpentier o Cortázar -esos patriotas revolucionarios perdidamente enamorados de Francia y todo lo francés-, nuestro atrabiliario sujeto, cuando no toma el metro y se pierde en un adocenado y vulgar laberinto de pasillos, escaleras