. El enemigo es el diablo. No un diablo cualquiera sino una figura, mitad real y mitad mítica, en la que se aúnen el enemigo de afuera y el de adentro. La identificación del enemigo interior con el poder extranjero posee un valor a un tiempo práctico y simbólico. El diablo ya no está en nosotros sino fuera del cuerpo social: es el extraño y todos debemos unirnos en torno al Jefe revolucionario para defendernos. En el caso de Irán,