ventanas de los dos ricos que había, el padre del Cantanotte y el señor Martino que, fijate, con el tiempo acabó siendo mi suegro. ¡Por poco murió del disgusto cuando me llevé a su hija y tuvieron que casarnos! Tuvo gracia. A mí no se me atravesaba nadie, y así dio esa vuelta el mundo, que es un tiovivo y hay que saber subirse en marcha al caballo blanco, el más bonito, ya te enseñaré...