selasselas de que se derrame por ellos, el viejo coge al niño y lo levanta hasta su hombro sentado en esa manaza, enemiga de los guantes, donde cabe todo el traserito infantil. Brunettino ríe y palmotea. Renato y Andrea también aplauden. El viejo se ve como el San Cristobalón en el cuadro de la capilla, pasando al niño a la orilla de otro nuevo año, hacia muchos años... -Renato --exclama-, tienes que retratarme
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