Al cabo Renato vuelve a su cama y hay un rato de sosiego, pero al niño ya se le ha cortado el sueño y vuelve a despertarse en llanto. El viejo no aguanta y acude a consolarle, coincidiendo en la alcobita con Renato. -Vete a acostar. -No, padre. Duerma usted, por favor. El niño tiende los bracitos al viejo, su esperanza, ensanchandole así el corazón. -¿Lo ves? -triunfa