el parche, sacudir el instrumento, escuchar su tintineo. Agita el pandero ante el pesebre con frenesí, dando la espalda a las bombillitas. Y cuando Andrea quiere aprovechar una pausa para retirarle el peligroso juguete, el niño lo aferra con fuerza y lanza penetrantes chillidos hasta que la madre se retira derrotada a la cocina, a preparar la cena. «Preparar es un decir», piensa el viejo. «Mucho papel de plata y mucho plástico, para cobrar caro