melo interiormente, disimula su felicidad poniendo cara de circunstancias. Andrea se marcha a toda prisa y él se queda pidiendo a la Madonna que le despierte a Brunettino, para cogerle en brazos. Entre tanto, pasa a la alcobita, contempla al niño y se dispone a sentarse en la moqueta. Pero no le da tiempo: aún suena el contrapeso del ascensor en el que baja Andrea cuando oye rechinar las poleas del de servicio... «¡Me fastidió la