prodigiosa malicia se combinan ahora con una expresión de aburrimiento y disgusto que presagia un súbito cambio de humor. La escena impuesta por el fotógrafo le resulta a todas luces molesta: tras contemplar con creciente irritación sus torpes y enojosos preparativos, abandonará su pose de fingido candor y le sacará despectivamente la lengua. Ante el cúmulo de menudos contratiempos no previsto siquiera en su horóscopo, el Reverendo se siente de pronto un triste y vulgar retratón. ¡ESO NO PUEDE SEGUIR ASI! El