y cinco años. En este período, con tesón heroico, el músico había afinado maravillosamente su silencio. Las obras no escritas, sus partituras en blanco, eran un bofetón oportuno y certero en el rostro de quienes directa o indirectamente admitían, al crear, la vigencia real de un país sometido a la férula de aquel monstruoso enano. Mientras los demás ensuciaban el pentagrama con semicorcheas y fusas, doblaban la espalda, pasaban por el aro, él perfeccionaba su mutismo, enriquecía