isla y tener que comerse unos a otros o cada uno a sí mismo... La abuela debía darse cuenta de que ella era la isla del cuento y de que todo eso ocurriría en su interior si se obstinaba en no comer más que flores, ¿quería ser la culpable de que murieran los encantadores Azúcares o las indefensas Grasas? Ella apenas le miró un instante. Contestó simplemente que aquel día le apetecía comer de primer plato camelias, de segundo globularias y de