. «¡La Zona Deshabitada!», gritó Agus entusiasmado y Miguel tuvo, descorazonado, la certeza de que sería inútil negarse. Asintió al principio con un gesto vago, pero estaba indignado con su profesor y, mientras avanzaban por el pasillo, le dijo casi gritando que había decidido no entrar. --Es un secreto entre nosotros dos. Agus no debe enterarse de que existe. --Qué importancia puede tener. Nadie te va a impedir que lo tengas