permanecía pendiente de cualquier gesto que Miguel pudiera hacer, de cualquiera de sus toses, guiños o suspiros. Los primeros días reía siempre que Miguel reía y, en ocasiones, incluso tosía como él. Más tarde, se limitó a asentir pestañeando a cuanto éste decía y a limpiarle de migas la cama o a ponerle solícito los azucarillos en el vaso de leche. Intentaba en todo momento demostrar su gratitud. Miguel tuvo que explicarle que era difícil que pudieran jugar