, en apenas unos instantes, adivinó cómo se llamaba y adivinó que los sábados solían venir a casa los amigos del abuelo. Lo que no adivinó y el niño tuvo que explicarle fue la razón por la que últimamente no se celebraban las tertulias («ustedes tampoco lo entenderán», aseguró). Después les enseñó la dedicatoria de su ejemplar de Cenáculo en el Tabernáculo para que se la descifraran y el de la cara de niño, muy amable, le dijo ésta