y permaneció unos segundos escuchando. No se oía nada. Se adentró en la habitación con un vago temor, porque no había olvidado aquel leve e inquietante sonido. En medio de aquella oscuridad absoluta el aire seguía siendo irrespirable. Miguel avanzó pisando cautelosamente. Palpó los objetos cercanos y se dijo que aquéllos no eran los muebles que había tentado la primera vez. Sus dedos se toparon con varios jarrones y con un reloj de pared. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando su