Julio Verne que su madre le había regalado. En vano fue que lo buscara por la habitación o el pasillo y que le preguntara a Carmina, ella había cogido todos los libros que el abuelo había amontonado en el trastero. Miguel asintió y se dijo que tenía que encontrarlo. Ninguna otra lectura le había absorbido hasta el punto de resultarle imprescindible conocer su desenlace, averiguar si el abominable Hombre Invisible había sido finalmente capturado o si continuaría cometiendo fechorías a través de los