le no asistió Carlos cuando, de un modo un tanto confuso, gran parte de la sopa caliente se derramó sobre Miguel mientras Onésima se la estaba sirviendo. El niño profirió un aullido de dolor y, al tiempo que la criada se apresuraba a limpiarle, preguntó a su madre con los ojos llorosos y la voz ahogada por la angustia: --¿Te das cuenta? ¿Ahora me crees? Hablaron a solas y Miguel insistió en que había visto con claridad cómo