de Cenáculo en el Tabernáculo. Miguel notó que el abuelo resoplaba con desdén y que emitía ruidosos bostezos de aburrimiento siempre que aquél se demoraba comentando sus propias poesías. Discutieron sobre literatura y citaron a escritores franceses y a Federico. Todos admiraban al abuelo porque había sido su amigo. Tuvo que levantarse y recitar: «Fernando, sólo a ti puedo confesarte que tengo miedo, sí, miedo de morir mañana de un tiro en la nuca en un campo abandonado»