primera vez comprendí que su sufrimiento también había sido desmesurado. Me acerqué a ella, que me abrazó mientras su llanto se hacía más y más violento. Y, como si necesitara justificarse, me dijo: "El nunca me amó". Cuando, al día siguiente, llegué a Sevilla, supe que si tú te hubieras quedado vagando por algún lugar de este mundo sería en aquella ciudad, hecha de piedras vivientes, de palpitaciones secretas. Había en ella un algo