la para no volver nunca más los mismos. Cuando regresasteis veníais pálidos y vestidos de negro, enlutados en cuerpo y alma. Tú te alejaste aún más de los demás. Dormías siempre en tu estudio y, a veces, incluso comías allí, a deshora. Mamá se encerró en su habitación y no a dormir, pues fue entonces cuando comenzaron sus largos insomnios, sino a llorar y a maldecirte. No se quejaba ya de mí, sino de otra cosa que