niño mío, ¡guerra! », piensa. «¡Quien no da guerra no es nadie! » La mayor víctima de las hazañas infantiles es el orden doméstico impuesto por Anunziata. El niño agarra todo cuanto alcanza y lo abandona en sitios inverosímiles. Además ya mueve objetos grandes; su último descubrimiento es empujar sillas. Enfila con una el corredor a una velocidad excesiva para sus pasitos y, si se cae, protesta un momento con sañudo llanto, pero vuelve al