acabaría comprando las viñas y el castañar. Fue la primera vez que vio un automóvil y de aquel vehículo prodigioso se apeó un niño flaco y rubio: sus calcetines blancos salían de unos zapatitos relucientes como espejos. Por cierto, al acabar la guerra fue fusilado: había sido alto jerarca fascista. -Hortensia..., ¿tú crees que esos zapatitos brillantes son de fascista? -¡Qué bobada! -ríe ella-. Pero mejor que de charol serían unas botitas.