A los catorce años era ya una mujer. Recuerdo mis primeros tacones como los más altos y difíciles que he llevado nunca. A tus espaldas nacía en mí una vida diferente y advertí que me amaban por las calles más que en casa. Al pasar cada día por la puerta de un colegio, los chicos me cantaban con entusiasmo: "Si Adriana se fuera con otro, la seguiría por tierra y por mar..." Aquella niñería me impresionaba de tal manera que,