te una bestia infernal ante mis ojos. Lucías unos largos colmillos de vampiro, salidos de tu propia artesanía y destinados a la representación que me dedicabas. Nadie escuchó mi grito de horror, ni siquiera tú, que enseguida te alejaste indiferente, volviendome la espalda y abandonandome a la duda sobre tu verdadera identidad. Pero aquella ligera esperanza de que tú pudieras ahora jugar a aparecerte desde la cancela se desvaneció enseguida. De alguna manera, yo supe