conservaba el color y el sabor del verano. III La había besado porque los demás esperaban que lo hiciera; también porque ella lo esperaba, y la única razón que no podía darse a sí mismo era que a él le apeteciera especialmente. Aunque eso tampoco era del todo cierto. Quería comprobar si era suave la piel de Raquel, si ella se estremecía entre sus brazos cuando él la acercara a su cuerpo, sujetandola por la cintura como debía hacerse,