Bene marchandose airada, sin despedirse, contoneándose sobre unos altísimos tacones que llevaba con asombrosa naturalidad. A pesar de mi corta edad, podía comprender perfectamente el sentido de aquella prohibición. Ya antes había advertido cómo tía Elisa procuraba alejarla de nuestro padre y cómo la vigilaba si su presencia ante él era inevitable. Ahora me preguntaba con asombro si ella se habría enamorado de él. En realidad yo no sabía de una manera precisa en qué consistía ese sentimiento.