, como decía tía Elisa. Pero a mí me dolió que él mostrara tanta indiferencia ante la muchacha. Ni siquiera advirtió su turbación, al menos eso pensé yo al ver que cogía unas cartas que había sobre la mesa y se alejaba abriendolas, sin despedirse de nosotras. Entonces sentí lástima de Bene. Percibí en ella un desamparo absoluto e, involuntariamente, vino a mi memoria la diminuta choza en la que habitaban sus familiares, es decir, su abuelo y