¡Qué espesas cejas tenía el tío!» Obstinado, el niño gatea hasta la puerta y asoma la cabecita. Mira a un lado y a otro: el pasillo debe parecerle un túnel infinito. Pero no se arredra y reanuda la marcha hacia el fascinante ruido. Seguido por el viejo, que comparte gozoso la aventura, se asoma al cuarto donde, de espaldas a la puerta, limpia la alfombra Anunziata. «¡Así, niño mío, así se avanza
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REANUDAR - Continuar un proceso que se había interrumpido