Todo inhumano, sórdido y hostil. Al bajar el cristal percibe un vaho húmedo apestando a basura y a residuos químicos. Se suelta el cinturón de seguridad y le alivia sentirse más desembarazado para reaccionar contra cualquier amenaza. «Menos mal que la Rusca está hoy tranquila», piensa consolandose. A la enfermedad que le corroe la llama Rusca, nombre de un hurón hembra que le regaló Ambrosio después de la guerra: no hubo nunca en el pueblo mejor conejera.