cama con el transcurso de los años. Esto haciendo nos encontró la Emilia que llegaba del colmado cargada de paquetes y tan excitada que no se extrañó de hallar abierta la puerta, como yo en mi turbación la había dejado, ni reparó en los estropicios. --¿A que no sabéis --preguntó sin saludar ni nada-- a quién acabo de ver? Mi Silencio, el semblante recriminatorio que lo enmarcaba y el aspecto de don Plutarquete le hicieron reaccionar. Le dimos sucinta