le venecianos. Eran duendes o luciérnagas que se perdían en estas piezas de techos altísimos, sobrecargados de molduras y de cortinajes. Las llamitas echaban su oscuridad luminosa sobre los oros y los violetas. --Yo estoy a dieta, pero tú comerás como de costumbre. Frente a su lugar en la cabecera, no había asiento, el maitre, simplemente, empujó la silla de ruedas. En un abrir y cerrar de ojos le sirvió una copa de vino tinto. Alex la