marcas violáceas en el pescuecito del niño, tan delgado, listo para desprenderse. El médico siguió hablando competente y rutinario. Todo tenía una explicación, y nada, en realidad, era importante. --Quién sabe si el niño dure. Esa mujer le dio una buena maltratada. Voy a mandar a una enfermera para asear a la madre. Al levantarse, besó la mano de la señora grande, tomó su maletín de la silla de bejuco y salió con su