seguía temblando en el techo. Alex siempre tuvo afición por las entradas teatrales, "je sais faire mes entrées" sentenciaba, pero ahora miraba sus pies, interrogandolos. La fijeza de su actitud me estremeció. Los dos camareros depositaron sus candeleros en dos mesas y uno de ellos tomó a Alex entre sus brazos. El otro extrajo de la oscuridad un objeto metálico; por pudor, hubiera querido no ver todo aquello, pero los camareros eran más rápidos que cualquier intención